martes, 17 de diciembre de 2013

De Napoleón a Josefina

Dijo alguna vez Napoleón a Josefina en una carta "no te bañes, ni te perfumes... Porque al yo llegar quiero que tu aroma esté impregnado, fuerte pues quiero respirarlo todo después de tantas noches sin él". Eso mismo sería capaz de pedirte ahora. Porque aquí hay palmeras, mar, arena. Pero no hay una persona que haga salir el sol. Estoy solo, por más gente que haya junto a mi. A lo mejor no estoy triste. Pero no estoy completo. Porque al calor le falta tu calor... Porque al mar le falta tu movimiento. Porque a la cama le falta tu piel. Hay mares de alcohol. Enervantes a mi alcance. Pero no los tomo porque el rush que me dan no será nunca comparable al éxtasis de tus besos, de tu calor... De tu cuerpo junto al mío, de tu voz y mi voz... De tus labios...

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Te lo juro.

Juro que si repruebo el semestre es gracias a ti. Juro que si dejo de trabajar es por tu culpa. Es más. Si me tropiezo con una cáscara de plátano o choco contra un poste y pierdo la poca gracia que mi físico posee te hago responsable. Porque estoy idiotizado.

No importa si es por tus besos, por tus berrinches, tus caricias o tus celos. No importa si es por tu maldita imagen que no me logro sacar de la cabeza o por tu "ay amor" tan característico al momento del éxtasis. No me importa por qué, no me parece relevante. El punto es que, hoy por hoy no me puedo concentrar, no puedo enfocarme, no me es posible trabajar.

O estudiar.

O hacer algo en lo que se requiera más del 10% de mi mente. Porque el 90% de mis funciones mentales ha pasado a segundo plano. Porque no me es posible hacer algo sin que éste me lleve a nosotros. Porque estoy discapacitado y cayendo. Gracias a ti.

¿Ahora qué? No te puedo sacar. Así que tendré que negociar con mi representación mental de ti y de nosotros al hacer el amor. Porque si eso no sucede, pronto me perderé por completo. Porque si eso no sucede, no sé qué será de mí...

lunes, 9 de diciembre de 2013

Sigues por acá.

El aroma de tu cuerpo sigue flotando por la atmósfera, sórdida y densa, de mi recámara.

Sobre la cama, la silueta de tu figura sobre, bajo o al lado de la mía, desdibujada entre las cobijas yace, a la Pablo Milanés, cual promesa. De llenar aquel espacio que dejas desde ya cuando te marchas cada tarde que vienes.

No vienes siempre. Mas no faltas, paradójicamente, nunca. Siempre puntual a la hora que te convoco, aunque sea en pensamiento, en sueño, en memoria. Basta respirar el incienso que ponemos, encender las velas que iluminan nuestro proceder o escuchar aquella tonada que grita al unísono de nuestras voces la necesidad del otro.

Hoy fue, sin embargo, diferente. El tiempo voló. Cuando menos nos lo esperábamos era ya tarde. Y al percatarme de tal hecho, mi mente en un segundo recorrió todo lo que hicimos. Me llegó, de repente, el delicioso cansancio, el frío provocado por el sudor, el calor provocado por la memoria de lo que había sucedido hacía pocos minutos.

Hoy mi cama huele a ti. Tu calor todavía no se va. En los rincones, tus susurros y tus gritos se entremezclan con los míos, atrapados como un coro amordazado que se liberará pronto.

La próxima vez que vengas, amor mío.

Feliz mes.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Quisiera

Para tí, L.

Quisiera perderme en tu espalda. En esa espalda que no me canso de tocar, de lamer, de arañar al hacer el amor. Quisiera no llegar al orgasmo nunca, para siempre quedarme enganchado, tú dentro de mí o yo dentro tuyo.

Quisiera estar siempre sucio, para que tú me bañaras, lijaras mi piel hasta expiar mis pecados. Pero no se podría. Porque mi pecado eres tú.

Quisiera que siempre fuera la tercera vez. No la primera, no la segunda. La tercera. Una mezcla perfecta de curiosidad, de inexperiencia, confianza y pudor. Solo el pudor necesario para no llegar hasta la locura, pero perderme siempre en el deseo de más.

Quisiera ser lo que respiras. El vapor de cada exhalación. Quisiera que por siempre rozaras mis caderas con las tuyas, que respiraras a mi oído como cuando a punto del éxtasis me susurras mi nombre, inhalas con fuerza y te entregas a la pasión desenfrenada. A los deseos. Al intercambio de amor en miradas, de pasión en estocadas, de culpa en sonrisas.

Qusiera que estuvieras siempre a mi lado. Que no me dieras mis buenas noches, que las hicieras. Que cada noche despertara con un brazo adolorido porque tú te dormiste encima de él. Quisiera nunca tener frío. Quisiera siempre ver tu cara al despertar, y despedirme del mundo viendo tu rostro.

Sentir tu mentón rasposo, tus manos sobre mi cuerpo, tu cabello negro cual mi conciencia y tu piel rozando la mía.

Quisiera, tantas cosas más quisiera...