martes, 18 de febrero de 2014

Quiéreme mucho.

Estoy enojado con Ely Guerra. Y me encuentro molesto con tal artista porque me ha robado más de una frase, plasmándola en una canción.

Sólo me entenderás si la escuchas, así que te la compartiré. Se llama "quiéreme mucho", y cierra cierto disco publicado hace ya diez años. Escúchala. Vuélvela a escuchar.

Piérdete en aquellos acordes, en aquel delicado phaser de la guitarra, en esa voz aterciopelada, en esa batería violenta, sensual, atrevida, natural. En ese bajo que te invita a danzar.

Eso, cierra tus ojos, sólo escucha por un momento, e imagíname.

Saborea aquel venenoso café que te di a beber, preludiando lo que sabemos y no...

Imagíname bailándote, imagínate bailándome. Piénsanos dando vueltas en la habitación que en ese momento se hará infinita, que parará el tiempo para vernos amar.

Piénsate siendo mordido por estos dientes color marfil, imperfectos, grandes, redondos. Piénsate tocado por estos dedos cuyo destino estaba escrito desde antes de ser concebidos. Piensa en los alientos mezclándose en una atmósfera enrarecida, aromatizada por los humores propios de los cuerpos sintiéndose, fundiéndose, devorándose.

Piensa en mi cabello, negro, rebelde, entre las yemas de tus dedos temblorosos, cálidos, suaves al presionar los pulpejos por encima de mi piel. 

Vuela al ver dentro de tu mente las ropas caer, los latidos acelerar, las respiraciones hacerse violentas. Anda, tómame de las manos, dame vueltas, haz lo que quieras con este ser que desde hace tanto te pertenece. Haz que, con la canción, suba el ritmo, nos volvamos violentos cual tormentas, cual maleantes robándonos los últimos pedazos de una privacidad que entregamos como ofrenda a una contraparte que ya no existe, que simplemente se ha fusionado con nosotros mismos.

Huéleme, lámeme, muérdeme, rasguña esta piel que para eso se regenerará mañana, dejando verdugones traviesos en mi memoria, ardores en mi corazón. Déjate mientras exploro cada aroma, cada centímetro, cada rincón, mientras la temperatura sube, mientras los corazones no aguantan.

Anda, dímelo que si no te lo diré yo. No importa quién esté dentro, quién fuera, solo importa consumar la última conexión que falta, que sobra bajo la luz de un hecho: en la imaginación, en el espíritu, en la conciencia ya poseímos al otro, ya fuimos presa y depredador, cazador y cazado, delincuente y verdugo.

Entra poco a poco, como solo tú sabes hacerlo. Déjame sentirte en tu totalidad dentro de mi ser, hazlo con la delicadeza de quien sabe que la violencia llegará sin ser llamada, hará su entrada poco a poco, haciéndote que endurezcas tus modales, adustes tus gestos, intensifiques tus movimientos hasta el infinito de la pasión desmedida y absoluta, donde dejarás salir tu deseo, tu cariño, el resquicio de esa pasión, acabando acostado a mi lado.

Contesto que descansemos un momento, solo para cumplir con el protocolo protectivo y lentamente bajar de tu cuello a tu espalda alta, media, lumbar, hasta llegar a tu zona sacra. Lentamente volveré a subir para susurrarte un vago descriptor del gran amor que siento mientras profundizo en tu ser. No te preocupes, sabes que no dolerá y sentirás lo que nunca, pues poco a poco subiremos, juntos, unidos y fundidos en un solo cuerpo, en una sola alma, en un solo ente breve y eterno que llegará a las estrellas que tanto te he prometido: aquí están para tí.

Llegaremos a aquella lejana galaxia que tanto anhelabas, quedándonos por un breve momento que será suficiente para durar una eternidad. Lentamente bajaremos, abriremos los ojos y quedaremos acostados, tú abrazado a mí, tu oído contra mi pecho, escuchando latir mi corazón por tí. Cerraremos los ojos, confiando en que el mundo cuidará nuestra desnudez, y quedaremos profundamente dormidos.

Anda, abre los ojos, el último acorde de la canción va perdiendo fuerza, deja de imaginarme, sólo inspira...

Porque vengo yo, con tu taza de café.

viernes, 7 de febrero de 2014

Serenidad y paciencia, querido.

Para A, con cariño.

No te apures, pequeño. Ya llegará tu día.

No a todos nos toca al mismo tiempo. No hay edad, no hay tiempo. No hay lugar ni circunstancia adecuadas, empero siempre será igual.

Ese día será como cualquier otro. No sabrás ni siquiera que sucerderá. Pero lo hará, pronto o tarde. Es igual.

Te lo voy adelantando: tardará, una vez que lo conozcas. Semanas, meses tal vez. No hay un tiempo de preparación adecuado. Todos son largos y a la vez una vez que sucede inevitablemente pensarás que podrían haber esperado un poco más.

El punto es que llegarán la ternura, la confianza, la desnudez. Llegarán en un momento que parecerá que estaba planeado desde hace siglos. Harán su entrada cuando ustedes dos se miren y por más que quieran no se puedan imaginar con alguien más. Lentamente habrá una inercia que ni Newton pudo calcular y se acercarán, se olerán y cerrarán los ojos, pues en esos momentos la vista no es necesaria.

Respirarán el mismo aire y juntarán los labios, que embonarán cual hechos a la medida. Los sabores, los aromas, las texturas y temperaturas llenarán tu mente, que no sabrá en qué pensar. Alguno de ustedes empujará al otro, y no importará que debajo de los cuerpos fusionados haya piso, sábanas o sofá, no abrirán los ojos hasta hallarse privados de ropa y vestidos con la piel del otro.

A esa vista solo corresponderá seguir consumiendo de la droga que los hará adictos el uno al otro, comiéndose sin acabarse, explorando terrenos antes desconocidos. La lengua, los dientes, las uñas, las yemas de los dedos se pasearán por la totalidad de la contraparte, que ya no será el otro sino uno mismo, una totalidad perfecta en la que se unirán mediante un abrazo que compactará la eternidad en unos cuantos segundos.

Y llegará un momento en que sientas su aliento en tu nuca, su lengua en tu espalda y las palmas de sus manos en tus caderas. Y, ardiente de deseo, de pasión y de límpida lujuria le pedirás, le rogarás que entre a lo más profundo de tu ser con amor, con cuidado, con el cariño que te ha proferido y por el que llegaron allí.

Y él obedecerá, no sin antes dudarlo un poco. Y poco a poco el dolor se tornará en placer, la lentitud en rudeza y los gritos en gemidos, porque en ese momento habrán consumado el amor del que no se regresa, el intercambio de almas y el estorbo de los cuerpos. En ese momento la cuestión física dejará de ser física y un aura de desenfreno los rodeará a ambos. Y llegarán al clímax, donde después de los ojos apretados, los músuculos tensos y la pasión desmedida, se mirarán y recuperarán el aliento dándoselo el uno al otro.

Y llegará la separación, la transpiración, un frío del que sólo el otro los tapará. Se envolverán, dándose calor y protegiéndose, y escucharán los corazones, la respiración entrecortada. Los aromas y sonidos del amor después del amor. Se susurrarán un par de palabras y entre brazos, piernas y cabellos dormirán el sueño de los justos. De los amantes, de los amados.

A la mañana siguiente abrirán un ojo cansados, buscando al que dejaron la noche anterior, con el que pasaron la noche imperfecta, compartiendo, dando y recibiendo. Y el rayo de sol que entre por la ventana indicará que no será la primera mañana, ni la última noche tampoco. Y comprenderás, al final, que la espera valió la pena, que los desenfrenos pasados no fueron nada a comparación de esto y que no importará lo que pase después, la memoria nadie te la quita.