sábado, 30 de mayo de 2015

Éxtasis.

Siente el latido. Golpe a golpe te vas acercando. Cual penitente, el corazón imprime su ritmo por detrás de la caja, por delante del deseo, ahí junto al éxtasis guardado.

Respira. Trata inútilmente de respirar profundo y continuo, no lo logres. Cede a la respiración entrecortada, a tu reflejo anseriforme impulsado por sus rasguños en tu costado, arriba de la pelvis, abajo de la costilla. Poderosos cual gancho al hígado. Livianos cual el viento del ojo del huracán.

Cierra los ojos, abre quizá los labios un poco buscando los suyos. No rompas el hechizo, no veas. Mejor enfócate en sentir sus piernas entrelazándose contra las tuyas, el roce de los cuerpos, las chispas de las pieles. Un aliento sobre ti.

El tacto de su lengua en tu tejido, húmeda, lúbrice, pintando un paraíso sobre tu frágil cuerpo. El diente ocasional, su paladar y su garganta, profunda y obscura, adorando cada centímetro de ti.

Acuéstate, su cabello sobre tu cuerpo despertando tu ansiedad. Tu deseo. Voltéense, ámense, devórense, hagan y deshagan, créense y destrúyanse, y en vez de fundirse revienten en mil y una piezas de placer.

Vívanse.